Enmudecí hace tiempo.
Hoy aprieto fuerte el puño para garabatear esta torpe carta,
con la palabra ronca, y el corazón temblando.
Madrid, 24 de febrero de 2009
Querido abuelo Luis,
Hace tan sólo un par de meses, en diciembre de 2008, nos enviaste a Oscar y a mí una pequeña carta para felicitarnos. Me resultó muy tierna, porque hiciste el esfuerzo de escribirla a máquina, y estaba salpicada de graciosas erratas y correcciones que sólo la hacían más tierna a mis ojos.
La tengo delante, y estoy repasando renglones y parándome en tu firma, a mano, con esa caligrafía tan tuya, tan impecable. Y se me saltan las lágrimas, porque nunca llegué a contestarte... La tenía aquí, sobre la mesa, y cada vez que la veía sonreía y pensaba el tipo de carta que te escribiría, bromeando con Oscar sobre todos los temas que podría sacar para hacerte sentir importante... Porque lo eras, con tus pequeñas manías, tus rituales, costumbres y gestos. Con tus chatos, tus paseos, tus idas y venidas, tus anécdotas (la puerta del Piel de Toro, que no abría cuando acercabas la muleta...).
Abuelo, echaré de menos tus relatos, tus recuerdos, esa forma tan tuya de hablar de “Fulano”, el “que chateaba con Laureano y Germán el de la Ferretería de Arias”. Ya no podrás enseñarme las fotos plastificadas que llevabas en la cartera, no podremos juntarnos en verano a celebrar tu cumpleaños, no te veré hacer crucigramas con la cervecita al lado, ni hacer trampas con las sopas de letras, pasando por encima la regla...
Pero tú sí podrás vernos y sonreír orgulloso viendo cuánto te queremos.
Y espero que ya estés poniéndoles la cabeza loca a los de ahí arriba, contándoles, mientras señalas con el dedo, todo sobre tu familia y sobre ésta de aquí, tu nieta, “sí hombre la que trabajó en Cambridge”, o “Grinfis”, como tú decías... Seguro que no te importa que te coja prestada la frase, abuelo: “Que quien nos junta aquí nos junte en la Gloria Celestial”
Te queremos